HORAS EXTRAS
Los números han estado presentes en mi vida desde muy temprana edad. Por ello estudie una carrera relacionada con esto (contaduría) y gracias a esta profesión he tenido estabilidad económica y laboral; en mi empresa actual he tenido la oportunidad de ascenso y de reconocimiento. Hace más o menos unos ocho meses hubo un cambio de dirección en mi departamento y conocimos a nuestro nuevo jefe inmediato. El día de su llegada debo admitir que yo y otras tantas quedamos felizmente sorprendidas, su físico y su carisma eran muy atractivos para el género femenino de la empresa.
Paso su primer mes de acoplamiento en esta organización y me convertí de alguna manera en la persona que indicaba como se desarrollaban algunos procesos, le comente que creíamos o creía desde mi perspectiva que se podía mejorar o que considerabamos o consideraba se podía eliminar porque no aportaba nada a los procesos que llevabamos para los clientes externos o internos de la empresa. Este acercamiento laboral con el tiempo se hizo un poco más estrecho y la empatía y el gustico surgió. Llegó la época de cierre contable y para nuestro departamento es la época la más intensa de carga laboral por lo que muchos de nosotros tenemos que trabajar más allá del horario habitual. Situación a la que ya estamos acostumbrados como empleados.
En una de estas noches más allá de la jornada normal coincidimos en la máquina expendedora de café, charlamos un poco de lo que estabamos haciendo en aquel momento, terminamos el café y cada uno se fue a su lugar de trabajo. Había transcurrido tal vez una hora y el llegó con unos emparedados para compartir, comimos, charlamos y en el momento que pensé que ya se iba a ir, me besó apasionadamente. Cerró la puerta tras él y sin tener el mínimo tiempo de pensarlo ya estabamos en una situación más allá de lo comprometedor. Era una escena de película, manos que se arrastran sobre la ropa, besos que no dan espera, no hubo preludio, su pene estaba dentro mio. Mis bragas tan solo fueron movidas y desde el inicio empezó a tomarme con fuerza una y otra vez. Todo era así, de golpe, sin pensarlo, sin mostrar romanticismo, esto era deseo, sexo, agitación, sexo fuerte, fuerza, dominación, sumisión. No hubo el más mínimo asomo de querer detenerse o bajar este ritmo. Estaba sobre el lomo de mi escritorio, mi pelvis en el borde y el aplicando toda la fuerza de su ser. Sudabamos sin parar. Él que se había quitado la camisa brillaba bajo la luz de blanca de las lámparas del techo, yo sentía mi calor corporal y en el escritorio se había hecho la sombra de mi cuerpo con mi transpiración.
En algún momento ofrecí mi cuerpo ya de pie, pero contra el escritorio que me servía de apoyo, el me tomaba desde atrás y corría mi sosten para aprisionar con sus grandes manos mis senos, fue una sensación de dolor en el comienzo porque el no me acariciaba suave, él quería enseñarme que tenía el pleno control del movimiento y de mí. Yo era la ofrenda a algún Dios pagano del que el era seguidor. En aquel momento y durante más de una hora fue un golpeteo intenso, sin descanso, con desenfreno, con morbo, sin piedad. Como no usamos protección en aquel momento todo termino sobre mis senos que son bien generosos. Nos miramos en silencio, me beso con la misma pasión del comienzo, con el mismo anhelo, descansamos un rato sin musitar palabra, nos vestimos y se despidió con un beso esta vez muy largo, pero más suave. Ví cuando apago la luz, sin voltear a mirar hacia mi oficina, yo espere más tiempo para irme. Me dirigí al baño, allí lave todo mi pecado con calma.
Llegué a casa, me tome mi tiempo, comí, me bañe esta vez totalmente, con el máximo sigilo descargue mi cabeza en la almohada para devorar en mis pensamientos todo lo sucedido. Sentí culpa… No. Nada de eso fue un error, fue instinto, placer, gusto, porque en este caso adopte una posición de egoísmo, de desprendimiento de mi ser, decidí no dejar que nada me afectara, fue una acción y como tal la acepto, lo que venga después vendrá. Me hizo bien. Al otro día, nos saludamos como era costumbre, retomamos nuestros lugares de trabajo. Ahora hablamos por la línea interna, nos coqueteamos en persona a solas cuando tenemos que hablar algo sobre nuestro trabajo, son frases inteligentes, no hay llamadas de celular, no hay conversaciones de quienes somos, queremos o anhelamos… Y seguimos teniendo sexo, encuentros casuales que planeamos en épocas de cierre. No es una relación, es sexo, porque ambos tenemos pareja y queremos seguir teniéndola. Es sexo sucio, es una doble vida.
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Relatos eróticos de Madame lautier.
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